El avance del barbarismo.

 


En octubre de 1930, Thomas Mann realizó un “Llamamiento a la razón” en The Berliner Tageblatt: “Este fanático estado mental, de una humanidad que se ha visto superada por sus ideas, se une a una escena política de grotesco estilo, con métodos de Ejército de Salvación, aleluyas y toque de campanas y constante repetición de monótonos lemas hasta que a todos se les hace la boca agua. El fanatismo se convierte en una forma de salvación, el entusiasmo en éxtasis hipnótica…y la razón pierde la cara”. 

Su alegato fracasó. Hitler se convirtió en canciller en 1933 y poco después del incendio del Reichstag aprobó la Ley Habilitante, que abolió las libertades individuales, libertad de opinión, libertad de prensa, libertad de organización y reunión, la privacidad de las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas. Pese a que eran sometidos a registros de sus viviendas, restricciones de propiedad y confiscaciones, los alemanes sentían que serían libres siempre que se comportaran como “buenos alemanes” y obedecieran la ley. 

 



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