Un PP
desgastado que ya no podía seguir ocultando su condición de mafia
política organizada y que además se había lanzado a una salvaje escalada
de reformas anti-sociales. Un PSOE también desgastado y en caída libre,
al que un importante sector de votantes había empezado a dar la
espalda, mirando a lo que existía a su izquierda. Una IU que, tras
enterrar el llamazarismo, con Cayo Lara había girado a la izquierda y
amenazaba en las encuestas con romper el delicado equilibrio del status
quo, pese al boicot mediático. Eran los años 2012 y 2013. El bipartidismo parecía agrietarse peligrosamente. La movilización ocupaba la calle.
Muchos pronunciaban el término tabú: capitalismo, y por primera vez se
atrevían tímidamente a cuestionarlo. Se producía un todavía débil avance
en esa batalla que es la madre de todas las batallas, la guerra
ideológica, lo que nos llenó de esperanza y animó para movilizarnos con más fuerza (incluso a militar en muchos casos).
Cada día aparecían personas que por primera vez pronunciaban palabras
malditas: lucha de clases, conciencia de clase, oligarquía...
Socialismo. Incluso la monarquía se tambaleó y el grito de la República
se transformó en seña de identidad de la movilización. En plena ofensiva del capital, comenzábamos a tomar cuerpo como clase en la conciencia y en la praxis. Y la alarma se disparó...
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C's y Podemos: una clonación del PP-PSOE para resolver el problema sistémico de la crisis del bipartidismo.
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