Islam y terrorismo: una manipulación muy interesada.
Este comentario fue publicado como réplica al post de Mikel Itulain, publicado el 23 de Abril de 2017 Marine Le Pen: Llamamiento a los franceses para vencer al terrorismo.
Al considerar que - aunque en el contexto de las elecciones presidenciales francesas - mantiene su validez en cuanto al debate inacabable azuzado por quienes pretenden alentar una confusión interesada del Islam con el terrorismo, he creído necesario reflejar mi punto de vista ahora que esta brutal realidad ha golpeado en Barcelona, como lo hace a diario en otras latitudes del mundo.
Valga para mostrar mi solidaridad con todos ellos.
Francia es copartícipe de la guerra en Siria y en otras latitudes.
El posicionamiento de Le Pen, una nebulosa de no intervención en la República Siria, es similar al que Trump cultivó y del que ahora en dos tardes se ha deshecho, porque mantenerlo era una carga que la urgencia de las necesidades de una parte del sistema capitalista, aquél que depende de la industria armamentista, del petróleo o del conflicto representa, y eso sin contar con intereses geopolíticos como los representados sobre todo por Israel en su confrontación con Irán.
El error es creer que el Islam como tal es LA AMENAZA, y no la instrumentalización que de él hacen sus interpretaciones rigoristas más radicales: el wahabismo y sus secuelas takfiris y salafistas, comandadas, financiadas y armadas desde Arabia Saudí, Qatar y las petromonarquías feudales.
Y estos países, desde su fundación y a través de alianzas internacionales con el capitalismo de corte occidental (EEUU, Europa, Japón), han sido y son la correa de transmisión, los aliados y los ejecutores de políticas que conllevan el intento de sostenerlo en un escenario de escasez de recursos y de mercados, en que otros bloques también capitalistas, los BRICS, le disputan esa hegemonía.
Deducimos entonces que la violencia desatada sobre países del arco musulmán, y su reflejo en Europa Occidental en forma de terrorismo, es el resultado deseado y perseguido por esa élite que sólo ve LA SALIDA en el conflicto bélico, por lo que se trataría de preparar a las sociedades occidentales mediante un estado de alerta permanente, en un estado militarizado y parapolicial cuyo aglutinante es la visibilización machacona y adulterada del Islam, de TODO el Islam como enemigo declarado, y no de las ramas rigoristas que decíamos antes, son funcionales al capitalismo.
Se pretende así justificar el llamado "choque de civilizaciones", esto es y hablando sin tapujos, una guerra "en un Mediterráneo ampliado", que resuelva las necesidades del capitalismo occidental, agresor primigenio, de impedir acceso de Rusia o China a estos recursos, de eliminar resistencias en naciones productoras – retornándolas en lo que convencionalmente ya se denomina "retorno a la Edad de Piedra" - y descartar además potencias medianas y países pequeños ante la constatación de que no hay recursos para todos.
Una guerra necesita propaganda y demonización del enemigo, real o no.
Y ese es el papel que juega Le Pen en Francia, ocultando - cómo no - los intereses de las clases dominantes francesas (¿se nos olvida que ningún candidato habla de superar el capitalismo?), enmascarándolo en un patriotismo chauvinista, en la pérdida de la "grandeur", en la agresión a los valores de la república francesa, por aquellos que - cómo no - representarían un peligro tanto externo como interno: el Islam.
El error es creer que Le Pen es ajena a este sistema de confrontación y no parte activa en él, en una retroalimentación permanente, en la que poco importaría quien se haga con el sillón presidencial: el caballo de batalla de Le Pen para obtenerlo es el Islam y esa es la diferencia que en el corto plazo marcaría con el resto de candidatos, una diferencia que abre la puerta al componente racista y xenófobo, necesario para dirigir a las masas de "franceses originarios" hacia este supuesto enemigo y no hacia quien ya no puede asegurar tasas de bienestar para todos: un capitalismo en fase terminal.
Le Pen ha tenido la oportunidad de denunciar y pedir la salida de las tropas francesas de Malí, Níger o Chad. De pedir el fín de la injerencia francesa en África. No lo hizo. Las clases dominantes y sus intereses empresariales no se lo permitirían, no la hubieran dejado llegar tan lejos en la nominación al Elíseo.
¿Por qué íbamos a creer que respetaría la no intervención en Siria?
Presentar a Le Pen como una adalid de la lucha contra el terrorismo, ocultando el papel de defensa, no de las clases obreras, sino de las élites económicas francesas, es como mínimo un error.
Un saludo, de @inxtu